La felicidad de las farmacias

está prescripta de dos a tres dosis,

dependiendo del psiquiatra.

Nunca he tenido un psiquiatra

y para el sino trágico del hombre

no existe ninguna prescripción.

La cadencia natural de las palabras
contradice su significado real,
el viento se convierte en agua,
flores que se desgranan en el cause de una nube,
volcanes hirsutos que se resisten
a ser huesos, húmeros de los hombres
y los niños que adornan el camino.

Las cantinas, reuniones de abstemios con fe
en el progreso, los mares incoloros, inmensas
nadas que nos recuerdan la lejanía, el hombre que
nunca ha muerto no puede vivir las dulces mieles
del deshielo, los placeres de la imagen por la imagen.

Luz y sonido que deja de ser, se vuelve agresión,
la poesía como atentado, como un sonido gris con
tonos rojos, golpes en la espalda, protesta y traición,
olvido de todo aquello estricto y efímero del hombre,
de todo aquello que nos destruye, nos sublima,
nos corrige y después nos niega.

La verdad del engaño y éste como verso,
las ventanas del alma y las playas,
las flores y los ojos de la amada,
los abuelos muertos y las noches de luna,
el sexo generoso y las estrellas: mentira,
los dioses y mi madre,
la unidad y la existencia,
la materia y los juicios,
las ideas y los silogismos,
sócrates y los perros: mentiras

Conceptos, que se niegan y se afirman con la
alternancia paradójica de la realidad.

el clima es cálido, el cielo está despejado,
no corre ninguna brisa y el sol no es inclemente
pero sí molesto. El ruido de los autos es
pausado, la ciudad está muerta,
las calles son transitables, estoy solo, y no quiero salir
y no hago nada y no duermo y no me evado,
pienso en ti.

Bébeme a sorbos disolutos,
juntando los labios,
cerrando los ojos.

Claro, ahora todos tienen algo que decir,
si al bruto se le da el poder de la palabra
pública tiene que aprovecharla, no importa
cual falto de talento seas, todos podemos tener
un blog, sentirnos escritores y hacer apuntes
dispares, redactar un verso, escribir un cuento
o, aún peor, contar nuestra miserable vida, ya
que es indispensable que todos sepan quién fue
nuestro primer amor o que desayunamos en
la mañana o que libro fingimos leer.

Por lo menos yo sí me avergüenzo.