Dios no existe gritó San Pedro a todo pulmón, causando gran alboroto entre los feligreses y desesperación masiva, tanta que se desbordaron algunas presas, hubo algunos terremotos y la bolsa de valores de Nueva York se desplomo.
Los primeros días que pasaron después de la infausta noticia fue un tanto difícil sobrellevar la vida humana, en especial al ver a los santos y ángeles deprimidos, sin trabajo y muchos de ellos entregados a la bebida. Al cabo de un año todos, inclusive los ángeles, fueron superando el engaño y se empezó a hablar de aquellos visionarios que se habían adelantado a su tiempo y a la verdad: Voltaire, Nietzsche, Sartre, entre otros. Se levantaron estatuas en su honor, se celebraron fiestas campales durante sus aniversarios, se compusieron cánticos y la gente construyo lugares específicos donde reunirse para venerarlos. de pronto en todas las casas se podía encontrar un ejemplar del Capital, una foto muy coqueta de Sartre con su pipa y una figurilla de Lenin levantando el puño izquierdo.
Así tan sólo después de tres años de haberse descubierto la mentira, el mundo del hombre regreso a su completa normalidad, excepto por algunas nimiedades: se creó un sindicato de trabajadores celestiales, se cambio el nombre del cielo por el de Utopía, la divina triada fue compuestas por: Socrates a la cabeza, Kant como el hijo del hombre y como el espíritu santo Pitágoras (por obvias referencias). De tal manera que cuando uno muere le da razones de su existencia a Schopenhauer.