Después de algún tiempo fue adquiriendo la manía de mirar desde la ventana como pasaban los autos, se perdía observándolos durante horas. Le resultaba increíble pensar que algún día estuvo detrás de un volante y planeaba su tiempo en relación al tráfico. Se sorprendía con inocente desagrado, le parecía tan difícil toda esa sincronía, tantas maniobras: avanzar, cambiar de carril, ceder el paso, esperar, rebasar, parar, nunca se puede avanzar lo suficiente cuando una vez más se debe parar. Era algo muy difícil y entre más lo pensaba menos lo podía entender. Miraba los rostros de las personas, los gestos llenos de ira y desesperación, con miedo de que les peguen, de que les abollen su automóvil y pierdan su tiempo con agentes de tránsito, de llegar tarde a sus casas, tarde a la rutina, todos llevan prisa y tienen que correr. Cuando comenzaba a oscurecer y se volvía difícil ver los carros, cerraba la ventana, corría la cortina y se sentaba a fumar en la cocina.

1 comentarios:

José Pulido dijo...

Me gusta, me gusta, sí, sí, me gusta, me gusta

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